COLECCIÓN ARQUEOLÓGICA


La colección arqueológica del museo Clara Rojas Peláez, se ha venido conformando desde el año de 1990 hasta nuestros días. Al parecer, y por información obtenida por tradición oral, el doctor Rodrigo Díaz en el año de 1990, se encargó de gestionar y traer las primeras piezas arqueológicas al museo. Al pasar los años, fueron llegando más piezas, posiblemente piezas producto de la guaquería que se practica en diferentes zonas del suroeste antioqueño y piezas de diferentes regiones del país que fueron traídas por visitantes o turistas.


El anterior proceso, ha conformado la colección  arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez, pero hasta el día de hoy, con el inicio de esta investigación;  empezamos a saber parte de la historia, función y caracterización de las piezas, además de las posibles regiones y culturas arqueológicas de las que provienen.

Si bien todas las piezas de la colección arqueológica están descontextualizadas;  no han hecho parte de investigaciones previas ni estudios históricos o arqueológicos, su valor como patrimonio material, como parte de la historia y pasado de las culturas prehispánicas es incalculable e invaluable.

Por el momento, empezaremos a describir las generalidades de la colección  arqueológica, para luego entrar en sus particularidades, que permiten relacionarlas con un complejo arqueológico. Igualmente trataremos de caracterizar cada uno de los complejos de los que hagan parte las piezas de la casa museo.



Generalidades de la Colección Arqueológica

La colección arqueológica está compuesta por piezas de cerámica y líticos de diversas formas, funciones y tamaños. En total son 94 piezas, en su mayoría se encuentran en buen estado y pertenecen a varias culturas arqueológicas de varias regiones del departamento de Antioquia y otras regiones del país, como el eje cafetero y el departamento de Nariño.
En cuanto a la cerámica tenemos:  

·         Vasijas pequeñas:  17
·         Vasijas grandes:     8
·         Ocarinas:                  7
·         Volantes de huso:  11
·         Copas:                      9
·         Platos:                       11
·         Cuencos:                  5
·         Taza:                         1
  Total piezas en cerámica: 69

En cuanto a los líticos tenemos:
·         Hachas:        21
·         Raspadores: 1
·         Buriles:          3
        Total piezas líticas: 25


La Cerámica


La cerámica, como un producto del ingenuo humano, plasma en sus acabados no solo las realidades y lenguajes del cotidiano sino las subjetividades, los símbolos y los imaginarios cosmogónicos del mundo y del universo. Todo su conglomerado hace pensar en que; la cerámica es simplemente productora y reproductora del pensamiento tanto de las sociedades prehispánicas como de las sociedades que aún, hoy en día, la fabrican y la utilizan.

La confluencia de los cuatro elementos: el agua, el aire, la tierra y el fuego; en la fabricación de la cerámica, compone una gran sinfonía entre el alfarero(a) y el objeto imaginado, representado y acabado. No nos imaginamos los cortos o largos procesos en la fabricación de la cerámica en los contextos prehispánicos; los talleres donde compartían hombres, mujeres, niños y ancianos los conocimientos acerca de la alfarería, las conversaciones que se podrían dar, los lenguajes compartidos y los sellos particulares de cada pieza; de cada autor que connotaban los valores sociales y culturales de un grupo, una sociedad.

La cerámica, como medio de expresión de las sociedades, es un patrimonio vivo y legado de las culturas y grupos humanos. En sus imágenes, decoraciones y acabados se encuentra la comunión entre el ser humano y la naturaleza, entre la magia y la religión; entre la realidad y el simbolismo.

De esta manera, el gran valor de las colecciones cerámicas que están en manos de los museos y las instituciones culturales, radica en la divulgación y el conocimiento que podemos adquirir e interpretar sobre los diferentes imaginarios, representaciones y lenguajes que la cerámica por sí misma posee; al ser ella un propio texto del pasado que encierra un sinnúmero de lenguajes vivos que aún hoy, se manifiestan y hacen parte del pasado, del presente y de un futuro próximo; al ser legado de las sociedades para las sociedades.

Así, el museo Clara Rojas Peláez, cuenta con una pequeña parte del patrimonio material nacional, que está hecho en barro y se manifiesta, en hermosos productos del intelecto y pensamiento humano; la cerámica.

Las piezas de cerámica que hacen parte de la Colección  Arqueológica, varían en tamaños y formas. Entre las formas más comunes tenemos las copas y las vasijas y entre las formas más extrañas tenemos las ocarinas y los platos. Además, los distintos decorados, pinturas e imágenes que tiene esta parte de la colección, demuestran la complejidad y los diferentes estilos de representar el mundo y el universo de las sociedades prehispánicas de la región, del país y del continente.

La cerámica que hace parte de la colección arqueológica del museo Clara Rojas Peláez, está representada por varios  estilos cerámicos de la región y del país. Los estilos cerámicos son:
·         Marrón Inciso
·         Tardío
·         Nariño
·         Quimbaya 



Estilo cerámico Marrón Inciso


Este estilo cerámico, hace parte de un periodo temprano fechado entre los siglos I y VII D.C. pero en los últimos años, varios investigadores se han venido planteando la idea de ubicarlo en un periodo más temprano, que puede ir entre los siglo XVII A.C. y el siglo XVI D.C.

La distribución espacial de este estilo cerámico, abarcaba los territorios de toda la cuenca montañosa del rio Cauca y las altiplanicies de la cordillera central en el departamento de Antioquia (Otero de Santos y Santos, 1996). Además, como nos lo indica el arqueólogo Pompilio Antonio Betancur (2003) “El término identifica una cerámica que –por sus características formales y técnicas- se relaciona con grupos humanos que habitaron la zona correspondiente a los actuales departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío y Risaralda” 

Originalmente, el término Marrón Inciso ha estado ligado al de la cultura “Quimbaya” (Bruhns, 1970 y 1990) y asociado a un periodo temprano denominado Quimbaya Clásico, referenciado a una cronología establecida para algunas regiones del departamento de Antioquia y el viejo Caldas.

En un principio, el término estaba asociado a la estupenda orfebrería que representaba el mundo, el realismo y el pensamiento Quimbaya. Más tarde, pasó a ser parte de la denominación de la cerámica; donde se distinguen varios periodos con características formales y estilísticas propias. (Betancur, 2003).

Según los arqueólogos Helda Otero de santos (1992, 1996), Gustavo Santos Vecino (1993, 1995, 1998) y Neyla Castillo (1995) los grupos humanos que hacían parte de este periodo temprano, se caracterizaban por ser sociedades agroalfareras que vivían cerca de los recursos naturales que aprovechaban para su subsistencia y que su patrón de asentamiento era de viviendas dispersas con algunas concentraciones. Además, enterraban a sus muertos en los mismos sitios de vivienda. 

Además, la alteración del paisaje y la subsistencia llevó a estos grupos humanos a adecuar el paisaje y aprovechar un sinnúmero de recursos. Entre los recursos más usados por los grupos humanos que portaron la cerámica marrón Inciso, se encontraba la explotación de fuentes de sal (ojos de sal), el oro, los recursos animales y vegetales y el uso de la agricultura; destacándose el cultivo del maíz. Además, punto aparte merece la actividad de la alfarería.


Los grupos humanos que portaron el estilo cerámico Marrón Inciso, reflejaron su mundo, su universo y su pensamiento a través de las formas, decoraciones y acabados que le hicieron a la cerámica. De tal forma que la actividad de la alfarería era parte integral en la sociedad y demandaba la cohesión de familias y grupos en los tiempos de fabricación. 

Así, la actividad social de la alfarería, parece ser la mayor evidencia hasta ahora encontrada de estos grupos.  Hallándose en diversidad de lugares y contextos que  representan la cotidianidad, los modelos de producción económica y los sitios sagrados y ritualizados.





Las Urnas Funerarias Marrón Inciso

Las urnas funerarias del estilo cerámico Marrón Inciso, poseen unas características muy distintivas en el departamento de Antioquia; color rojo oscuro o más llamado engobe marrón,  decoración incisa, a veces muy fina y superficial, las formas cilíndricas, globulares, semiglobulares y de forma columnar en las urnas funerarias, a veces las decoraciones de bandas verticales  alteran el engobe marrón y son comunes las incisiones con el motivo espina de pescado (Bruhns, 1990).

Esta variedad en las urnas funerarias, nos proporciona ideas a cerca de la relación entre la vida y la muerte y los diferentes contextos sociales y jerárquicos que se daban en el cotidiano en los grupos humanos portadores del estilo cerámico Marón Inciso. Además, de presentarse en la decoración imaginarios colectivos o individualizados sobre la representación del mundo, del universo y del individuo construido como sujeto social.

Tras ser un marcador en la diferenciación social y posiblemente de género o de grupos humanos, las urnas funerarias trascienden la concepción de lo económico y utilitario, para convertirse en morada física y simbólica del ser, del familiar, del vecino, del sujeto histórico.
Las urnas funerarias además de guardar los restos o las cenizas del fallecido, estaban acompañadas de un sinnúmero de ofrendas y ajuares que conmemoraban al ser en vida y le ayudarían a pasar el camino de la muerte. Cuencos y vasijas con alimentos y bebidas, objetos líticos, conchas, cuentas de collar, objetos elaborados en oro, telas; todos ellos podían acompañar el viaje y el final del ciclo vital del fallecido.

Las urnas funerarias eran depositadas en tumbas de pozo sencillas o tumbas de pozo con cámara lateral, algunas de ellas decoradas en su interior con figuras conmemorativas o representativas sobre la vida, la cotidianidad y el universo. Los sitios de enterramiento, ubicados en la mayoría de los casos en los sitios de vivienda, nos dan a entender los lazos y relaciones de afinidad de las familias con sus muertos, al querer tenerlos cerca de sus hogares y servir a la vez de límite territorial con otros grupos humanos u otras familias;  al enterrar sus muertos en un espacio tan cotidiano como lo es la vivienda y sus alrededores.
Sobre las expresiones simbólicas y las pautas de enterramiento, el arqueólogo Gustavo Santos vecino  nos comenta:

“El patrón de enterramiento en Antioquia, de restos óseos cremados, de uno o varios individuos, en urnas depositadas en fosas sencillas, generalmente en el área de las viviendas, constituye una expresión de valores y creencias compartidas en torno a la vida y la muerte, que debieron hacer parte de la concepción de un orden cósmico en el que se fundaban las relaciones y procesos naturales y sociales” (2003:114).

Las urnas funerarias del estilo Marrón Inciso que hacen parte de la colección arqueológica del museo Clara Rojas Peláez, cuentan con formas cilíndricas y globulares, hechas con técnicas como el enrollado y las impresiones dactilares y con decoraciones incisas.

Urnas funerarias marrón inciso que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:









El Cuenco Marrón Inciso

Generalmente, los cuencos se encuentran en contextos de uso doméstico, utilitario y funerario. Presentan características y formas diferentes que son muy particulares y se diferencian de las urnas funerarias típicas. Estos poseen cuerpos subglobulares, además los cuencos poseen los bordes evertidos y biselados, decoración dentada estampada, engobe crema y anillos sin alizar en el cuello”. (Santos, 1998:139).

Regularmente, los cuencos que se encuentran en las tumbas, fueron depositados con líquidos o alimentos; a manera de ofrenda, estas acompañaban el viaje del alma y concluían el ciclo vital del fallecido.Sobre la forma del único cuenco del estilo cerámico Marrón Inciso que hace parte de la casa museo Clara Rojas Peláez, Botero (2003) lo presenta como una  composición básica de dos unidades. La parte inferior es un cuerpo semiesférico y el labio es evertido. Su decoración presenta acanalado en líneas verticales paralelas y presenta un excelente acabado, con engobes color café y marrón:






ESTILO CERÁMICO TARDÍO

En el siglo IX D.C. y el siglo X D.C., se dan nuevas manifestaciones y representaciones culturales en la zona montañosa del departamento de Antioquia, esto a partir de la cerámica que se encuentra para esta época y los cambios evidentes en la tecnología con respecto al estilo cerámico Marrón Inciso.  Además, aparece un nuevo rasgo en las formas de las tumbas; tumbas de pozo con cámara lateral. (Santos et al, 2003).

La cronología nos habla para el estilo cerámico Tardío, de un periodo que va desde el siglo X D.C. hasta el siglo XVIII D.C., su dispersión geográfica ocupo lugares como el Valle de Aburrá, las altiplanicies del centro del departamento de Antioquia, la subregión del suroeste antioqueño y la cuenca montañosa del cauca en Antioquia, aprovechando variedades de pisos térmicos, en especial el templado. (Bermúdez, 1995 y 1996; Castillo, 1988; Santos 1995b; Santos y Otero de Santos et al, 1996).

Muchas son las hipótesis que giran en torno a los cambios que debieron ocurrir entre las ocupaciones tempranas y las tardías. Entre ellas se encuentran factores económicos, poblacionales, demográficos, políticos y siendo un poco extremista, cambios climáticos y catástrofes que impidieron una transición cultural entre los estilos cerámicos tempranos y el estilo cerámico tardío.

Los estudios realizados en el centro de Antioquia, el Valle de Aburrá y el suroeste antioqueño sobre el estilo cerámico Tardío, asocian la cerámica a contextos funerarios, en especial a tumbas de pozo con cámara lateral; además de hallarse en muchos casos fragmentos de huesos humanos, huesos de animales y carbón dentro de las tumbas (Alzate, Bermúdez y Dávila, 1993; Bermúdez, 1993, 1995 y 1996; Bermúdez y Ortiz, 1995; Nieto, 1991; Otero de Santos, 1992; Santos, 1993 y 1995a; Santos y Otero de Santos, 1996). La cerámica Tardía se caracteriza por sus acabados burdos, con muy pocas técnicas de bruñido o alisado exterior. Algunas vasijas poseen mucho hollín y pintura negra en el exterior. Sobre la decoración y las técnicas de fabricación de las vasijas, el investigador y arqueólogo Mario Bermúdez,  encuentra que en algunos casos:

Se presenta pintura roja clara en ambas superficies de las vasijas, en especial en las vasijas funerarias o de servicio; la decoración es escasa en forma de triángulos pequeños impresos en las partes superiores del cuerpo, el aquillado, el cuello y el borde o incisiones superficiales medianamente finas formando figuras geométricas; sus formas más comunes son subglobulares asimétricas con asas pequeñas de bordes sencillos incurvados hacia afuera; vasijas globulares y subglobulares de bordes sencillos directos y vasijas aquilladas pequeñas de bordes evertidos directos, en algunos casos con asas; (…) el desgrasante es arena de grano medio a grueso, la cocción es en general oxidante incompleta por lo cual las piezas se erosionan con facilidad” (1997:192).

El autor también reconoce una cerámica con buenos acabados:
“(…) se presentan también copas y cuencos bien acabados, con engobes rojos, desgrasantes finos y decoración acanalada, asociados principalmente a contextos funerarios (…)” (1997:192).



Los grupos humanos portadores del estilo cerámico Tardío, supieron aprovechar el territorio de diversas maneras; desde sus asentamientos buscaron la seguridad de encontrar fácilmente los recursos disponibles para su subsistencia y explotación. Se ubicaron cerca de las fuentes de agua, de lugares óptimos para la agricultura y el cultivo de maíz y frijol, explotaron la minería de la sal y de oro, practicaron la caza y la pesca como modos de subsistencia cotidianos y lograron domesticar especies como curíes, perros y pavos. Además, mantuvieron en cautiverio animales como monos y aves. También cultivaron la arveja, el cacao, la yuca, algunas especies de papas, pimientos, batatas, tabaco, victoria, ahuyama, lulos, tomates, entre otras especies que cultivaron y recolectaron como algunos frutos silvestres. Todos estos productos, fundamentales en el consumo interno de cada grupo humano y valioso a la hora de intercambiarlos por otros productos con otros grupos, generándose así toda una serie de interrelaciones grupales entre las diferentes regiones donde el estilo cerámico Tardío hizo presencia.

Al igual que los grupos humanos que portaron los estilos cerámicos tempranos, el estilo cerámico Tardío también aprovechó la red de caminos que ya estaban construidos y así mismo, construyeron sus propias redes para lograr comerciar, transitar y movilizar productos e ideas. Al respecto,  Bermúdez relaciona la red de caminos con los excedentes de la producción:

“Los excedentes de esta actividad productiva eran comerciados con otros productos tanto agrícolas como artesanales que se producían en otras regiones, por una intrincada red de caminos que comunicaban el Valle de Aburrá con las vertientes del Magdalena y el Cauca, los cuales son reseñados continuamente en las crónicas” (1997:199).

No solo la economía era parte fundamental en las características sociales y culturales de los grupos humanos portadores del estilo cerámico Tardío. La  organización social, como núcleo de los roles, divisiones y tareas de los individuos, era parte fundamental en la vida cotidiana y en la planificación a futuro. Esta organización social, partía de bases jerarquizadas y entidades sociopolíticas diferenciadas, la división del trabajo y las posibles especializaciones en tareas como la orfebrería, la alfarería, la agricultura, etc; servían de marcadores sociales diferenciados. Además, la organización social contaba con las visiones, imaginarios e interpretaciones que hacían los grupos humanos del entorno, del medio ambiente, del mundo y del universo tanto físico como simbólico.

Sobre la organización social y política, según los datos etnohistóricos y las crónicas recolectadas por varios investigadores (Bermúdez, 1995; Duque y Espinoza, 1996 y Molina 2002); los grupos humanos portadores del estilo cerámico tardío Conformaron grandes confederaciones:

“(…) confederaciones formadas por unidades locales relativamente homogéneas, que ocuparon áreas territoriales amplias y que mostraban diferencias hacia la época de la conquista, las cuales fueron reseñadas por los españoles. Al parecer las unidades locales tribales de carácter igualitario, tenían como base de cohesión social las relaciones basadas en la pertenencia o no pertenencia a un determinado grupo y las relaciones de parentesco directo” (Bermúdez. 1997:198).

Tanto confederaciones como unidades locales, conformaron un entramado de interrelaciones entre varios grupos de una misma región o varias regiones. Estas relaciones, formaron redes de comercio, alianzas y lo más importante, un intercambio y flujo de ideas constante que giraban en torno a planos físicos, prácticos y simbólicos. Este intercambio se evidencia en el registro arqueológico,  propiamente en la cerámica; como lo reconocen Santos y Otero de Santos:

“(…) aparecen a partir del siglo IX D.C. manifestaciones tardías representadas por los complejos Tardío, Picardía y Horizonte del magdalena medio o complejo Colorados, los cuales muestran relaciones culturales, manifiestas en la cerámica y los patrones funerarios, con los estilos Tardíos de la cuenca montañosa del Cauca. Estas relaciones podrían estar indicando la existencia de una interacción entre los grupos Tardíos que habitaban los valles del Cauca y Magdalena” (2003:116).

Entre las piezas del estilo cerámico Tardío que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez, tenemos 4 vasijas que posiblemente estén asociadas a urnas funerarias,  4 vasijas aquilladas, una  taza y 11 volantes de huso, para un total de 20 piezas.


Urnas Funerarias del estilo cerámico Tardío

Las urnas funerarias del estilo cerámico Tardío se caracterizan por tener similitudes con las formas generales de la cerámica doméstica (Molina, 2002). Decoradas con pintura roja o crema tanto en el interior como en el exterior, poca decoración en forma de triángulos pequeños, formas subglobulares y globulares (Bermúdez, 1997).

Las urnas funerarias se depositaban en tumbas de pozo con cámara lateral, tumbas particulares para el estilo cerámico Tardío.  Además, muchas de ellas, estaban decoradas en el interior, especialmente en el techo. Las urnas depositadas en las tumbas, venían acompañadas por una serie de ofrendas; cuencos, líticos, vasijas pequeñas y a veces, gran cantidad de volantes de huso, que representaban la materialidad y los símbolos en el viaje del individuo(s). Sobre las ofrendas, en especial la cerámica que se depositaba en las tumbas, Bermúdez identifica que:

“(…) los rasgos característicos de la cerámica podrían indicar una producción en masa o una elaboración cotidiana de estos elementos por parte de toda la comunidad, sin la intervención de especialistas dedicados sólo a estas labores y un uso indiscriminado entre lo doméstico y lo funerario, ya que vasijas de todas las formas y fragmentos de ellas se encuentran en ambos contextos” (1997:198-199).

Estas ofrendas, que hacían parte del cotidiano y de las construcciones físicas y simbólicas de la cultura y sociedad de los grupos humanos portadores del estilo cerámico Tardío, nos hablan del sentido y la complejidad de estos grupos  respecto a la vida y la muerte, el mundo y el universo del cuerpo y del espíritu. Las tumbas, construidas en lugares especiales, formaron cementerios que identificaban de una manera, el manejo de la territorialidad y el uso de fronteras por parte de los grupos humanos portadores del estilo cerámico Tardío. Al respecto, Bermúdez identifica que:

“El hecho de que los entierros se hicieran en áreas diferentes especiales para esto (cementerios) y que los entierros sean por lo general colectivos en cámaras funerarias decoradas, como son los casos de Sopetrán, Bello, el Volador y Fredonia, es un indicador de la complejización de los conceptos sobre la vida y la muerte dentro de estos grupos” (1997:198).

Los grupos humanos portadores del estilo cerámico Tardío, crearon todo un mundo de significados e interpretaciones en torno a la muerte y sus condiciones; (re)afirmando así las condiciones del grupo y los lazos culturales y sociales.


Fotografías de las Urnas Funerarias del estilo cerámico Tardío que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:








Vasijas Aquilladas estilo cerámico Tardío

Las vasijas aquilladas, son muy comunes en los contextos funerarios y domésticos de los grupos humanos que portaron el estilo cerámico Tardío (Bermúdez, 1997). Estas vasijas  podrían tener asas y bordes con labios gruesos. Además, se presentan con mucha regularidad en las tumbas de pozo con cámara lateral; al parecer como ajuar y a manea de ofrenda como muestra de afecto, familiaridad y respeto hacia el (los) difunto. Estas vasijas aquilladas que se presentan como posibles ofrendas, podrían contener líquidos, semillas y alimentos que acompañarían el viaje del alma hacia los planos cosmogónicos y universales de sus propias creencias, creencias compartidas desde un miembro del grupo hasta el grupo mismo.

Fotografías de las Vasijas Aquilladas del estilo cerámico Tardío que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:









Volantes de Huso del estilo cerámico Tardío



Los volantes de huso son artefactos que están perforados en el centro, esta perforación tiene como función en el huso facilitar su rotación y movimiento para torcer los hilos (Rojas, 1993). Existen diversas formas y decorados en los volantes de huso, las más comunes son las formas redondeadas con técnicas incisas. Los materiales de fabricación son muy diversos, y van desde la arcilla hasta diferentes tipos de  piedras. Los volantes de huso hacen parte no solo del arte del hilado sino de todo un entramado de relaciones económicas, simbólicas, sociales, rituales y cosmogónicas en la interacción y relación de los grupos humanos prehispánicos.

Al igual que la actividad de la alfarería, el hilado; a través de los volantes de huso, hacía parte fundamental en las actividades cotidianas. Esta actividad estaba ligada más a las mujeres que a los hombres y al reunirse para hilar, se gestaban una serie de símbolos y concepciones del mundo que se manifestaban en las telas y las prendas fabricadas. Además, al haber varias mujeres reunidas tejiendo, se compartía la palabra, las tradiciones y valores socioculturales que reforzaban y cohesionaban aún más la sociedad.

La revista CODICE en su primera edición, publica un artículo llamado “El Volante de Huso: la grandeza de lo pequeño” en donde de forma simple nos hablan de la industria textil prehispánica en Colombia:

“La industria textil prehispánica colombiana habla de sociedades en las que el tejido hizo parte de su vida económica, social y cultural. El tejido es una actividad especializada que consiste en el entrelazamiento de hilos continuos para la elaboración de vestidos, mantas, fajas, tapices, fardos funerarios, hamacas y chinchorros, redes, mochilas y gorros; telas y objetos que, además de cumplir una función útil, sirven como diferenciadores sociales y culturales.” (2009:10).

Muchos de los productos textiles, elaborados por los grupos humanos portadores del estilo cerámico Tardío, fueron comercializados entre grupos portadores del mismo estilo cerámico y porque no pensar, con grupos de otras regiones aledañas. Además, como lo marca el párrafo anterior, estos productos podrían diferenciar culturalmente entre grupos acentuados en tierras altas, bajas, altiplanicies y poblaciones que habitaban los cañones y laderas.

Pero el volante de huso, no solamente llenó los espacios económicos y las industrias textiles prehispánicas. También ocupó espacios rituales, funerarios y míticos en la concepción y construcción de costumbres y tradiciones, sirviendo como puente entre lo terrenal y espiritual y conectando los sentidos mágico-religiosos de los grupos humanos.

Las diferentes formas de decoración y fabricación de los volantes de huso, hacen pensar en lo minucioso y delicado de su proceso. Además de entenderse como un objeto lleno de lenguajes y abstracciones de lo real, lo mágico y lo espiritual del mundo y del universo.

Fotografías de los Volantes de Huso del estilo cerámico Tardío que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:

















La Taza estilo cerámico Tardío  
         
La taza del estilo cerámico Tardío, también se encuentra muy asociada a los contextos funerarios y domésticos.  Se relaciona además, con muchos de los elementos que aparecen en los ajuares y las ofrendas como las vasijas aquilladas y los volantes de huso que se encuentran en tumbas de pozo con cámara lateral.





ESTILO CERÁMICO QUIMBAYA



Hacia la cordillera central de nuestro país; desde el norte del departamento del Valle del Cauca hasta el sur del departamento de Antioquia, cubriendo los departamentos del Quindío, Risaralda y Caldas; se asentaron y convivieron varios grupos humanos, expertos en la transformación del medio ambiente y sus recursos, famosos por sus manifestaciones artísticas representadas en el hermoso lenguaje de la alfarería y la orfebrería; la cultura Quimbaya.

El antropólogo Juan Freide en su obra los Quimbaya bajo la dominación española, describe la ocupación de los territorios ocupados por los Quimbaya de la siguiente manera:

“La tribu Quimbaya habitaba las vertientes de la cordillera central que descienden al rio Cauca, en el sector encerrado al sur por la quebrada de los Micos y el rio Guacayca al norte. El rio Cauca constituía el límite natural por el occidente, mientras que la alta cordillera central formaba su límite oriental. El territorio Quimbaya se sitúa entre los 4 y 5 grados al norte de la línea ecuatorial. Su superficie total es de unos 5000 kilómetros cuadrados” (Cano. 1976:12).




Los amplios territorios donde se asentó la cultura Quimbaya, proporcionaba enormes ventajas adaptativas, comerciales, sociales y simbólicas. Al ser el territorio parte integral del conocimiento, las ideas y la memoria del colectivo Quimbaya, el aprovechamiento del suelo y los recursos fue una constante evolutiva “socialmente hablando” para estos grupos humanos. Al asentarse en valles interandinos, montañas, cañones, valles bajos como el mismo Valle del Cauca,  aprovechaban los variados pisos térmicos, que podían ir desde 900 a 2200 metros sobre el nivel del mar. Esta ventaja se ve reflejada en los registros arqueológicos, notándose la complejidad, los lenguajes y la alteración del paisaje. Al ubicarse sobre suelos fértiles, tenían la oportunidad de cultivar un sinnúmero de productos para su consumo interno y para generar posibles intercambios comerciales y simbólicos con otros grupos de otras regiones del país. Entre los productos de cultivos más comunes y aún utilizados hoy en día siendo parte fundamental de la canasta familiar, se encontraban la yuca, el maíz y el frijol, complementado además con cierta variedad de legumbres, ahuyama, frutos silvestres, la caza de animales y la pesca.

Los grupos humanos que portaron el estilo cerámico Quimbaya, ocuparon sus territorios durante unos mil años aproximadamente, desde el siglo IV D.C. hasta la llegada de los españoles en el siglo XV. Sobre ello, Jesús Arango Cano reconoce:

“(…) tenemos que algunas fuentes de alta credibilidad dan la iniciación allá por los años 400 después de iniciada la era cristiana y finalizaría con la invasión y conquista por los hispanos, después, en 1492” (1994:24).

Durante este largo periodo de tiempo, estos grupos humanos se asentaron en grandes territorios, compartiendo las interpretaciones con su medio ambiente, su cotidiano, sus símbolos y sus significaciones.  Así, los asentamientos compartían cualidades físicas y cosmológicas dentro de un sistema organizado de pensamiento, el cual proporcionaba las variadas interacciones tanto dentro como fuera de los territorios. Los asentamientos consistían básicamente en aldeas y viviendas aisladas, ubicadas cerca de las fuentes de agua y los microambientes donde podían conseguir la comida y aprovisionarse de materia prima para la elaboración de sus elementos cotidianos y simbólicos. Altiplanicies, valles, laderas y terrenos fértiles para el cultivo de verduras eran los lugares favoritos para la población adaptar sus condiciones de vida; además la red de caminos y la utilización de materias primas naturales, ayudaron a construir y tejer redes sociales entre los diferentes poblados y aldeas no solo del territorio Quimbaya sino  también con los territorios vecinos. En los asentamientos también era de vital importancia la explotación de sal, de oro y la madera y la práctica de la agricultura. Estas prácticas fueron elementos del cotidiano que permitieron afianzar relaciones sociales y comerciales.

Entre las materias primas preferidas por los grupos humanos portadores del estilo cerámico Quimbaya, se encontraba la guadua. Esta representaba la vida arquitectónica y física de las comunidades, como nos lo presenta Efraín Sánchez Cabra en el boletín del museo del oro sobre la cultura Quimbaya:

“los guaduales proporcionan materia prima para la construcción y en la época de la conquista el panorama cultural era de aldeas y casas aisladas, puentes y empalizadas y hasta acueductos de guadua” (2008:6).



La utilización de la guadua acompañada por la construcción de caminos, erigió todo un conglomerado de pueblos, regiones e ideas que hicieron posible la comunicación e intercambio de productos y símbolos a lo largo del gran territorio Quimbaya. Fue tanta la importancia de los caminos, que su utilización perduró en el tiempo y fueron documentados por los primeros españoles que llegaron al territorio que ocuparon los grupos humanos portadores de la cultura Quimbaya. Sobre ello, los investigadores Eugenia Garrido y Santiago Montoya comentan que:

 “Cuando llegaron los europeos al Quindío y/o a la provincia Quimbaya, encontraron varios caminos bien trazados y de dimensiones amplias, algunos todavía en uso, otros habían sido abandonados” (2007:64).

De esta manera, los caminos y sus intrincadas redes, soportaron la inclemencia del tiempo y dieron lugar a un sinfín de posibilidades de comunicación a lo largo de un gran territorio:

 “[…] la presencia de una red de caminos regionales que arrancaban del antiguo sitio del cacique Consota – el cual era Cartago - hacia distintos puntos del territorio; señal inequívoca del avanzado estado cultural de los quimbayas. Estos caminos fueron aprovechados por los vecinos para hacerse adjudicar allí sus estancias, pues les proporcionaban un cómodo acceso. Así constatamos la presencia de un puente construido sobre el río Otún, en el camino sobre el vado de Irra. Dos trayectos se dirigían hacia el mismo Cauca, a través de las sabanas que, aunque deshabitadas, proporcionaban a los indios caza y pesca: uno llevaba hacia el vado existente en la desembocadura del río La Vieja, y otro, directo”. (Friede, J. 1963:42).

A lo anterior, se le suma la actividad de la agricultura como fuente importante del desarrollo en la cultura Quimbaya. Esta actividad era de vital importancia para la subsistencia, llegando a convertirse en la principal actividad de la vida cotidiana. Técnicas avanzadas en la elaboración de surcos y canales confirman la idea de la gran complejidad en las técnicas de cultivo; maíz, cacao, yuca frijoles, piña, tomate, aguacate, papas, tabaco, entre otros productos hacían parte de los productos de consumo básico y de comercio. Esto ligado a  una estrecha relación con las técnicas de cultivo, la conservación y equilibrio de la tierra, demostrando un enorme respeto por el medio ambiente:

“a tal punto los indígenas conservaban y protegían la naturaleza y muy específicamente la tierra que servía para cultivar, para derivar su sustento, que en los terrenos muy inclinados los cultivaban a base de terrazas y cuando la pendiente no era muy pronunciada, utilizaban las curvas de nivel para sus siembras. En otras palabras protegían el suelo a toda costa contra la erosión” (Arango. 1994:30).

El mundo de los espíritus, de los muertos; ocupaba un lugar muy importante en la sociedad. Los entierros, los cementerios, las tumbas formaron parte integral en las estructuras simbólicas y mágico-religiosas de la cultura Quimbaya. Los ajuares, ofrendas y demás objetos que se depositaban al lado de los muertos, acompañaban la parte cotidiana y el mundo cosmogónico en el viaje espiritual; telas, alimentos, vasijas, volantes de huso, copas, objetos en oro, hacían parte fundamental en los rituales de enterramiento. Además, la momificación también fue importante a la hora de honrar a los muertos y conservar parte del legado físico de los hombres y mujeres Quimbayas.

Las tumbas, decoradas y fabricadas según las características socioculturales del muerto, demostraban las diferentes relaciones jerárquicas que se presentaban entre hombres y grupos. Reflejo de las jerarquías sociales, se presenta en el arte funerario y las diferentes decoraciones de las paredes y los techos de las tumbas. Además, el arte funerario, reflejo de la comprensión del mundo físico y simbólico, actuaba a manera de simbiosis con el muerto, personificando su lugar en la comunidad, sus saberes, su carácter y su ser. Sobre esta relación entre el muerto, sus características dentro del grupo y el ajuar, Garrido y Montoya escriben:

“Las estructuras funerarias son parte del cementerio y son las expresiones bio – culturales de las antiguas poblaciones, en ellas se presentan similitudes y diferencias en las características arquitectónicas, el tipo de entierro y en el ajuar funerario, esto con el fin de categorizar a los personajes fallecidos, que son el aliciente y símbolo por el cual se desarrollan los rituales, y a los directamente implicados en el enterramiento, los “familiares” quienes se identifican con su propia ideología. Es allí, en las tumbas, donde se puede percibir el comportamiento de los vivos hacia los muertos” (2007:71).

De esta manera, dentro de la cultura Quimbaya, muerto y tumba son uno solo, concebidos como una sola unidad, donde la vida escenificada por el ritual en el cual participan los vivos, la comunidad y los familiares; exalta a la muerte a través del enterramiento del ser que deja el plano físico de la vida. Sobre ello, el cronista Pedro Cieza de León describe las concepciones funerarias de los indígenas Quimbayas:

“Bien tiene esta gente entendimiento de pensar que hay en el hombre más que un cuerpo mortal; no tienen tampoco que sea anima, sino alguna transfiguración que ellos piensan. Y creen que los cuerpos todos han de resucitar; pero el demonio les hace entender que será en parte que ellos han de tener gran placer y descanso, por lo cual les echan en las sepulturas mucha cantidad de su vino y maíz, pescado y otras cosas, y juntamente con ellos, sus armas, como que fuesen poderosas para librar de las penas infernales”. (Cieza de León, P. 1962:78).

Las tumbas, moradas de los muertos, tenían una forma particular en su construcción. La mayoría eran tumbas de pozo con cámara lateral, algunas decoradas en el techo de la cámara, unas poco profundas y otras de gran profundidad, llegando incluso a los 16 metros. Algunas tumbas compartían más de una cámara, hecho particular ya que refleja la unidad y cercanía de los muertos con sus familias, su grupo. Garrido y Montoya describen las tumbas de la siguiente manera ligada a una cronología para la región:

“Las tumbas de pozo con cámara lateral se describen como: un pozo de diferentes formas, sea rectangular, cuadrado o en forma de columna, inclinado o recto, el cual posee una cámara o varias cámaras a los lados de la base del pozo. La profundidad puede variar desde los 1 a los 16 metros. (Long; 1967). Se asocian estas tumbas a sociedades cacicales de los siglos VI hasta la llegada de los españoles, su cronología se remonta hasta 1.000 antes de Cristo (a.C.) en el suroccidente Colombiano y para la zona del Quindío las fechas más tempranas se ubican alrededor de 500 años después de Cristo” (2007:74).

La cerámica Quimbaya, representada en  las artes de la alfarería, es una de la más compleja y rica del continente, siendo comparada con la alfarería Inca. En la cultura Quimbaya, la alfarería ocupaba un importante lugar en la vida diaria. Sus producciones, llenas de amor y culto a la tierra representaban los imaginarios, los mitos, las creencias y los lenguajes de la interacción entre la naturaleza y la cultura. Animales, formas humanas, frutas y demás, formaban parte de lo plasmado en la cerámica, de su mundo y de su universo. Además, la capacidad de abstracción de los alfareros con ayuda posiblemente de algunos alucinógenos, conducía a la creación de formas que para nosotros serían extrañas pero para ellos estarían a la altura de sus creencias, de su cultura. Sobre esta capacidad, Sánchez destaca que:

 “la cerámica de los siglos inmediatamente anteriores a la conquista constituye un universo de notable imaginación plástica. Es un arte en que las invenciones más extrañas son parte de lo común” (2008:24).

La capacidad de abstracción en las creaciones alfareras se distribuye a lo largo del amplio territorio Quimbaya, destacándose varios estilos en la misma región. Diferentes acabados, formas, pinturas, arcillas, se diferencian a lo largo del estilo cerámico Quimbaya, lo que demuestra un alto desarrollo en la alfarería en las comunidades locales que hacían parte de la cultura Quimbaya. Sobre los diferentes estilos y evolución del arte alfarero de la cultura Quimbaya, Arango destaca:

“(…) el proceso de desenvolvimiento comprende las toscas creaciones de su iniciación hasta alcanzar la confección de tazas, jarrones ánforas, imitaciones arquitectónicas, creaciones antropomorfas, zoomorfas y fitomorfas. En líneas generales, las primeras etapas carecían de decoración pictórica pero luego fueron adornándose con sistemas, llamados de cordón; después se aprovechó la incisión, más adelante la excisión y, posteriormente, la combinación de todos estos dibujos. Quizás, en forma simultánea, llegó la pintura negativa, de hermosos colores, en especial rojo, blanco y negro, que empleaban para decorar vistosas y delicadas copas y tazas, jarrones, caciques y objetos de arcilla del más variado orden. Tenemos, entonces, riquísimo material para trazar la evolución artística de esta inmensa, de esa incomparable cultura que fuera la Quimbaya” (1976:16).

La gran diversidad en la alfarería Quimbaya, es solo una muestra del gran universo y manejo de los elementos en favor de la supervivencia, de la experiencia y los saberes de sus hombres y mujeres, de su propia cultura. Entre las piezas del estilo cerámico Quimbaya que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez, tenemos 8 vasijas, 3 cuencos, 8 platos y 5 copas, para un total de 24 piezas.

Fotografías de las Vasijas del estilo cerámico Quimbaya que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:











Fotografías de los cuencos del estilo cerámico Quimbaya que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:







Fotografías de las Copas del estilo cerámico Quimbaya que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:









Fotografías de los platos del estilo cerámico Quimbaya que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:













ESTILO CERÁMICO NARIÑO


En la parte sur de Colombia y en el norte de la hermana república del Ecuador; se asentaron grupos humanos que por más de un milenio, aprovecharon, intervinieron y construyeron una serie de valores y cualidades culturales, propias de esta región. Sus expresiones, manifestadas en el arte prehispánico como la orfebrería y la alfarería, forjaron un carácter propio y distintivo para esta zona, el estilo cerámico Nariño.

La cronología establecida para este estilo cerámico, inicia desde el siglo IV D.C. hasta aproximadamente el siglo XVII D.C. con el contacto con los españoles. Sus asentamientos ocuparon una variabilidad de pisos térmicos, con alturas desde los 1600 metros sobre el nivel del mar hasta alturas de 4000 metros. Laderas, colinas. Altiplanicies y cuchillas estaban entre los sitios predilectos para los asentamientos, para el desarrollo de sus imaginarios, su cultura, su sociedad.

Sobre las pautas de asentamiento y las diferentes ocupaciones en la vida diaria, el investigador Efraín Sánchez Cabra nos comenta:

“Existen indicios de que la población habitaba en pequeñas aldeas cercanas entre sí, con la agricultura como principal ocupación. El maíz, diversas variedades de papa y otros frutos y tubérculos andinos debieron ser la base de su alimentación, complementada con carne de venados, dantas, conejos, puercos de monte, paujíes, perdices y cuyes. Parecen haber sido también muy comunes las llamas, extinguidas poco después de la conquista pero apreciadas en tiempos prehispánicos entre otras cosas por su lana, de la cual están elaborados algunos textiles que han llegado hasta nosotros”  (2008:6-9).

La variabilidad en el acceso a diferentes recursos como la carne y el cultivo de diferentes verduras, nos da a entender la enorme diversidad y complejidad en el manejo de microambientes por parte de la cultura Nariño. Reflejo de un gran nivel de intervención sobre los recursos y el medio ambiente disponible para la región. La variabilidad en los asentamientos, desde ocupar tierras altas a tierras bajas; permitió una enorme diversidad en cuanto al acceso de recursos que a su vez, fueron utilizados no solamente para la supervivencia; sirvieron también para generar intercambios y relaciones entre grupos.


El gran periodo de ocupación (más de un siglo), permitió a los grupos humanos portadores del estilo cerámico Nariño, interactuar de manera profunda con su medio ambiente, llegando incluso hasta las costas del mar pacífico por recursos e inclusive; interactuar y compartir relaciones económicas, sociales y simbólicas con otros grupos humanos. Parte de ello, se ve reflejado en muchas de las representaciones que hay en la cerámica y la orfebrería del estilo cerámico Nariño, que plasman animales de costa como las aves y los caracoles:

“Es frecuente encontrar grandes caracoles de especies marinas, procedentes del Pacífico, que fueron utilizados como trompetas (…)” (Uribe, 1992:10).

Este manejo de ecosistemas, se reflejaba en las pautas de asentamiento de los grupos humanos portadores del estilo cerámico Nariño, al mantenerse en los primeros siglos conformados en grupos pequeños y dispersos, se compartía el conocimiento de grandes áreas por medio de intercambios culturales. Más tarde, los intercambios se deban a escalas más amplias dando origen a poblados más grandes y nuevas redes de distribución de comercio e ideas. Estos intercambios y las evidencias arqueológicas encontradas:

“(…) dejan ver la existencia de una sociedad estratificada con una élite cacical muy rica y adornada, acaparadora de una extensa red de intercambio a larga distancia de productos suntuarios” (Uribe, 1992:10).

Otro complemento importante en la estratificación de los grupos humanos portadores del estilo cerámico Nariño, se evidencia en la excavación y composición de las tumbas y las pautas de enterramiento, ya que había tumbas especiales para los caciques y para los demás miembros de la comunidad. Sobre las pautas de enterramiento, Sánchez comenta que:

“a los caciques y principales solía sepultárseles en tumbas de asombrosa profundidad, algunas colectivas, con pozos de treinta y aún cuarenta metros en cuyo fondo se abría una cavidad lateral en la cual se depositaba el difunto con ricos ajuares. Pero la mayoría de sepulturas son sencillas y cercanas a la superficie, y allí también se han encontrado objetos de oro” (2008:9).

Las tumbas de los caciques y principales, a veces eran comunales o se practicaban entierros colectivos en una misma tumba. Además, los cadáveres eran puestos sobre esteras y las ofrendas; abundantes en casi todas las ocasiones, consistían en objetos de cerámica como copas, pitos, vasijas decoradas con pintura negativa, caracoles, objetos metálicos, cuentas de “spondylus”, algodón, textiles y objetos de madera. No sobra decir que es posible que se hayan depositado alimentos y bebidas dentro de las tumbas como elementos del ajuar.

También existían las tumbas para los demás miembros de la comunidad, estas se encontraban a una profundidad moderada, más superficiales y fueron construidas para el entierro de un solo individuo. La mayoría de las veces los entierros de los miembros de la comunidad, no poseían ofrendas o ajuares.



La cerámica de los grupos humanos que portaron el estilo cerámico Nariño, varía en sus estilos, diseños y decoraciones a lo largo del tiempo y hasta del lugar del asentamiento, entre tierras altas y bajas como lo expresa Sánchez: “la cerámica de las tierras altas de Nariño sorprende sobre todo por la originalidad de las formas y la exquisitez de la decoración” (2008:10).

De esta manera, la cerámica Nariño de los primeros siglos de su cronología, tenía diferencias notables entre la cerámica doméstica y la funeraria, ya que la segunda cuenta con excelentes acabados y su decoración negativa sobre rojo, es un marcador de diferencia con la cerámica doméstica. Además,  “predominan los motivos geométricos como las grecas, las mallas y las cruces” (Uribe, 1992:9). Aparecen mucho las copas de pedestal y las vasijas globulares, como las figuras antropomorfas en los contextos funerarios.

Sobre las copas Sánchez comenta sobre la forma y el arte:
“En las sencillas copas con pedestal, comunes en el altiplano nariñense, lo singular no son las pautas de diseño, que pueden ser de general ocurrencia en América. Lo extraordinario es el genio artístico y la individualidad que se aprecian en cada recipiente, aun considerando la repetición de ciertos motivos como la estrella de ocho puntas, supuesta representación del sol (…) son experiencias visuales únicas” (2008:10).

Para un periodo intermedio, la cerámica del estilo cerámico Nariño, sigue manifestándose de una manera significativa en las tumbas; sigue apareciendo la decoración negativa pero negro sobre crema con sobre-pintura positiva roja, platos hondos con base anular, cuencos, ánforas, pitos, ocarinas, vasijas globulares y “(…) unos grandes vasos de paredes rectas” (Uribe, 1992:11).

Al final de la cronología sobre el estilo cerámico Nariño, la cerámica que aparecía en contextos domésticos,  luego aparece en contextos funerarios, para aparecer más tarde en variados contextos. Muestra posiblemente de una producción muy cotidiana, donde la presencia de especialistas alfareros no trascendía tanto en darle una firma o particularidad a una vasija o a un objeto de cerámica, dándonos a entender que la aparición de objetos como vasijas, cuencos, copas u otros objetos de cerámica en contextos domésticos, basureros, tumbas u otros, podría ser parte de una producción en masa muy organizada, desde el aprovisionamiento de las arcillas hasta el final de la producción de los objetos. Sin embargo, entre los objetos más comunes se encuentran los platos hondos con base anular, “(…) la decoración es positiva con tres colores crema, negro y rojo y los motivos son figurativos e ilustrativos de la vida cotidiana” (Uribe, 1997:12).

Entre las piezas del estilo cerámico Nariño que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez, tenemos 5 vasijas, 4 copas, 3 platos y 7 ocarinas; para un total de 19 piezas.

Fotografías de las Vasijas del estilo cerámico Nariño que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:









Fotografías de las Copas del estilo cerámico Nariño que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:








Fotografías de los Platos del estilo cerámico Nariño que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:






Fotografías de las Ocarinas del estilo cerámico Nariño que hacen parte de la colección arqueológica de la casa museo Clara Rojas Peláez:














LÍTICOS


Los líticos han estado acompañando al ser humano a lo largo de su historia. Con ellos se han construido artefactos y han permitido la elaboración de otras herramientas y elementos que han llevado a la supervivencia y la complejización de los grupos humanos, además de transformar y adecuar el paisaje a sus propias necesidades.

La colección de líticos de la casa museo Clara Rojas Peláez, a pesar de estar descontextualizada, nos aporta valiosa información respecto a las formas y funciones. Por el momento, solo podemos afirmar que los objetos líticos llegaron a la casa museo por medio de donaciones, coleccionistas o personas que quisieron ver estos objetos en la casa de la cultura; todos ellos producto de la guaquería o la venta ilegal del patrimonio material de la nación. La colección de líticos la conforman Hachas de diversas formas (21 piezas), 3 buriles y un raspador.


Las Hachas


Las hachas son herramientas que sirven para la tala o desmonte de árboles o arbustos, además se emplean para cortar la madera que puede ser empleada para la elaboración de herramientas, elementos para el hogar o la caza o simplemente para hacer una fogata y cubrir las necesidades básicas del calor en el hogar o el fuego para cocinar los alimentos. 

Las hachas pueden ser fabricadas por talla y percusión o pulido , son muchas las diferentes técnicas que se emplean alrededor del mundo para su fabricación. Lo que las hace una herramienta común e indispensable para la supervivencia de los grupos humanos a lo largo de la historia, usada desde épocas anteriores a la última glaciación por los llamados “paleoindios” en todos los continentes y utilizada por los grupos humanos del continente americano hasta más allá de la llegada de los conquistadores. Es tan útil que hoy en día, se sigue utilizando y  fabricando en variados materiales, conservándose aún los estilos ancestrales en las actuales comunidades indígenas que habitan los distintos continentes de nuestro planeta.

Entre las hachas de la colección arqueológica, tenemos hachas de mano, hachas pulidas y talladas y hachuelas.

Hachas de mano: Son artefactos bifaciales tallados, elaborados por técnicas de percusión. Estas son fabricadas a partir de un núcleo de piedra o una lasca gruesa. Las hachas de mano se han encontrado a lo largo del país y del mundo, asociada a diferentes contextos  y cronologías. Además los materiales para su fabricación son muy variados, ya que pueden provenir de rocas o minerales de betas subterráneas, abrigos rocosos o cauces de ríos o quebradas.








Hachas pulidas y talladas: Son artefactos pulidos o tallados que presentan cuello, estas son fabricadas a partir de un núcleo de piedra o una lasca gruesa. Se presentan variadas formas y materiales de fabricación a lo largo del país y del mundo.












Hachuelas: Son artefactos tallados o pulidos sobre una lasca gruesa o un núcleo, su forma regularmente es rectangular. Estas se encuentran a lo largo del país y del mundo, hecha con diversos materiales y encontrada en diversidad de contextos arqueológicos.


















Buriles: Son artefactos hechos de un núcleo o lasca, de forma cuadrada o redondeada. Su función es producir incisiones sobre la piedra u otros materiales duros, es parecido al cincel que se usa hoy en día. Este instrumento se encuentra a lo largo del país y del mundo.







Raspador: El raspador es de forma redondeada convexa, su zona de función es redondeada, elaborado de un núcleo o lasca. Su principal función es raspar y pulir materiales como la madera, entre otros.